Hace unos meses pasé unos días en Amsterdam y aproveché para acercarme a una conocida fábrica tradicional de quesos, Alida Hoeve de Henri Willing en el maravilloso pueblo de Volendam. Sabía que iba a encontrar una maravillosa variedad de quesos elaborados magistralmente, pero mi sorpresa fue que además descubrí el que por ahora, y probablemente por muchos años, es mi queso favorito: el Polder Gold.


Se trata de un queso con tacto suave y entrada en boca típicos de un Gouda pero con el sabor final de un queso de cabra maduro con fuerza e intensidad. Y no sólo me gustó a mí, sino que en casa duró 48 horas. Nos lo comimos en dos días y eso apelando a nuestro autocontrol.

Somos muchos los que nos quejamos de la falta de variedad, calidad y elevados precios de los quesos en España. Tomar un queso nacional que no sea algún tipo de semi-curado o un cabrales (que conste que la crema de cabrales me encanta) es bien difícil, llegandose al punto de que te venden como viejos quesos que no llegan ni a muy curados. Además, los quesos de importación suelen ser de unas pocas marcas que destacan más por su marketing y red de distribución que por la calidad de sus productos.

Afortunadamente estamos en la era Internet, donde las mejores y remotas fábricas de quesos están a un golpe de ratón de distancia, y encima ofreciendo en muchas ocasiones mejores precios que el supermercado de tu barrio. Por eso recomiendo probar y regalar los quesos de Henri Willing y, muy especialmente, el irresistible Polder Gold y su hermano en los Curados Golden, con un sabor un poco más suave y cremoso, el Old Willing. Otros que también considero deliciosos y característicos son el Herbs & Garlic y el Smoked. ¡Son adictivos!

Especialmente recomendables para una cena ligera con patés, un blanco o rosado Matheus (o un rosado Santa Digna) y nata con fresas o helado, de entrante para una fiesta, una torta caliente de queso, acompañar un plato de pasta, etc.

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